Mi madre disfruta verme la cara desencajada por saber la verdad después de tantos años y no se equivoca, sigo sin querer ver a Leonardo. Lo odio por semejante bajeza.
Almendra continua sin entender la historia.
- Discúlpenme señoras, pero ese capítulo me lo perdí – interviene arreglándose el cabello. Nos observa a ambas a la espera de que una de las dos le contara el cuento.
Por ese motivo estaba allí porque quería entender el cuento. Lo peor ya lo sabía, pero como escuché una vez la frase de un cómico americano, nosotras las mujeres somos como la policía, a pesar que contamos con todas las pruebas siempre queremos la confesión.
- Veo que rompió su promesa – mi madre muestra sus dientes postizos arreglándose el vestido y dando una mirada a Almendra -. Tu madre quiere saber el motivo por el cual nunca pudo ser feliz con ese mesero de Leonardo y poco le importa los años que pasó con tu padre y que ha raíz de eso naciste tú y tu hermano.
- No seas hipócrita, porque igual que me alejaste de Leonardo, también confabulaste para que Carmen se encamara con Rafael y poco te importó saber el daño que me causarías a mí y a mis hijos.
- Yo no veo ningún daño, de lo contrario Almendra no hubiera aceptado a su padre en su casa, y tú que hablas, te soltaste la rienda y ocasionaste cada escándalo que hasta me da vergüenza saber que soy tu madre.
- Vergüenza debería darte por ser la alcahueta de Carmen, pero eso no es el tema que me tiene frente a ti.
- Pues ya lo sabes, a Leonardo y su familia le importó más el dinero que hacerte feliz. Diez mil dólares me costó alejarlo de tu lado, aunque a veces se olvidaba del trato y aparecía por la casa para hacerte unas cuantas visitas nocturnas – sonríe -. Pero ni bien me veía se alejaba o es que nunca comprendiste sus repentinas apariciones y desapariciones como por arte de magia.
No respondo, ahora entendía perfectamente el porque desaparecía cuando más lo necesitaba y aparecía cuando menos lo esperaba.
- Pero ya que estamos destapando la cajita de Pandora, estoy segura que no te contó toda la parte del trato.
Mi madre al saber que tiene nuestra atención camina alrededor para luego sentarse en el mueble y muy coquetamente cruza sus delgadas piernas que algunas vez fueron sus grandes armas para atrapar a mi padre y que ahora son delgadas y huesudas igual como lo serán las mías en algunos años más.
- El trato no era solo alejarte de ti sino corresponder a Carmen.
- ¡A la mierda! – Almendra suelta la palabra y yo me quedo con la boca abierta sin saber qué decir. Esto era demasiado, es que ambas: mi madre y Carmen estaban locas .
Al ver que nos quedamos en silencio mi madre se levanta del sofá con una sonrisa triunfante.
- Tú siempre fuiste un obstáculo para la felicidad de mi carmencita. Fuiste tú quien siempre se fijaba en los hombres que a ella le gustaba y los atraías como imán y ella no podía competir contigo si es que yo no le daba una ayudadita.
- Esto si que es el colmo abuela.
- Deja que suelte todo lo que tiene que decir – intervengo tratando de no perder el equilibrio de mi cuerpo.
- ¡Cállate…!
El rostro de mi madre se contrae, las cejas se arquean, sus labios se vuelven mas delgados y esa nariz aguileña me apunta amenazante con esa mirada endemoniada.
- Tú no sabes lo que una madre sufre al saber que la hija que más ama no tiene las mismas cualidades de su hermana y como una madre sacrificada tiene que hacer hasta lo imposible para verla feliz.
- Así sea a cuestas de la infelicidad de tu otra hija.
- Es un daño colateral, pero te confieso que hasta ahora no me arrepiento de nada. Al contrario siento que debí hacer más por Carmen y sí, Leonardo debió corresponderla en esos días, y como eso no sucedió apareció Rafael y asunto arreglado.
No quise escuchar más sandeces a mi madre y salgo de mi ex casa seguida de mi hija que cierra la puerta de un golpe.
No digo una palabra en el trayecto, Almendra tampoco dice nada, pero ambas sabemos que nos morimos por comentar lo dicho por mi madre: “El trato no era sólo alejarte de ti sino también corresponder a Carmen”.
Fui por respuestas y las había encontrado, pero a estas alturas no me sorprendía tanto como la confesión de Leonardo.
En este momento veía a todos tan irreales, tan hipócritas y egoístas que lo único que quería era alejarme de ellos y no veía la hora de irme de Dallas y lo seria pronto y eso me tranquilizaba.
Ahora sólo faltaba solucionar el asunto de Valeria y alejarla de Gerard. ¿Cómo? Todavía no encontraba el modo de bajar de su nube al productor, pero que lo encontraría lo encontraría.
Y en esta historia de enredos y envidias aun faltaba capítulos por escribir cuando ya quería cerrarlo en un final solitario, pero siempre el destino juega en mi contra y las sorpresas inyectadas de suspenso vuelven a restregarse en mi rostro.
Cuando llegamos al departamento encontramos a Esteban con Christian en la calle.
- ¿Qué diablos haces aquí? – Almendra se me adelanta.
- Vine por Valeria – responde mirando a diferentes direcciones. Almendra clava su mirada en mí cómo preguntándome qué parte de la historia me perdí.
- Ambos estuvieron saliendo en secreto – le digo para apaciguar el ambiente. Pero ver a ambos en la calle significa que algo malo había ocurrido.
- ¿Y dónde está ella?
- No me dijo nada, apareció en la sala. Me saludo y conversamos un rato, estaba muy intranquila y cuando regrese del baño ella ya no estaba – confiesa Christian aturdido, sin comprender el grado del peligro.
El rostro compungido y desencajado de Esteban me dice que el panorama que teníamos al frente no era tan alentador.
No digo nada y me dirijo a la oficina de André que lo encuentro atendiendo a una pareja de gay.
- ¿A dónde se la llevaron? – la pareja voltea sorprendida a verme, uno de ellos me reconoce, pero al ver mi rostro enfurecido se abre paso y me facilita la visualización del manager que al reconocerme se levanta del sillón sorprendido por la pregunta -. Valeria no está en mi departamento. Si se trata de un secuestro usted es el principal sospechoso.
- ¡Oh por Dios! – el más flaco y de cabello corto lleva sus manos a la boca -. Conozco a la muchachita, ella nos tomó un par de fotos cuando recién llegó a estos apartamentos.
- Claro, incluso nos regaló una de ellas dentro de un cuadro.
André traga saliva. Estaba en serios problemas.
- Señores tendrían la amabilidad de dejarme conversar a solas con la señora aquí presente.
- ¡Déjate de palabras ceremoniosas y dime dónde está Valeria o llamaré a la policía!
La pareja no se mueve y sigue allí a la espera de una respuesta convincente de André que ya empieza a sudar frío. Sus dedos intranquilos y su sonrisa forzada dejaban en claro que sabía algo.
- Si la señorita Valeria no está en su departamento yo no tengo nada que ver en su desaparición. Desde aquella noche que me vio junto a Gerard le pedí que ya no me involucrara en sus actos.
- ¿Qué actos? – pregunta el otro muchacho de pechos grandes y barbita de cuatro días -. ¿André, tú metido en este tipo de cosas?
- Por favor William no es lo que parece. Todo fue un mal entendido – André se limpia el sudor de su frente.
- Eso esta por verse. Mi hijo la esta llamando y si no contesta en los siguientes minutos acondicione su oficina para recibir a la policía.
No digo más y salgo del lugar dejando a la pareja que aún tenia ganas de seguir interrogando a André sin imaginar que las sorpresas no acababan en este día.
Cuando regreso al departamento, Esteban había salido minutos antes a buscar a Gerard al hotel donde se hospedaba. ¿Cómo sabía el nombre del hotel? No necesitaba preguntar en voz alta. Esteban había regreso en cuestión de horas con la suficiente información como para no molestarme.
Y antes de volver a salir Almendra me toma del brazo.
- O me pones al tanto de esta situación o no te dejaré hacer nada.