domingo, 31 de octubre de 2010

Y LLEGO EL FINAL...


El encuentro de Valeria con mi hijo fue al estilo de las novelas mexicanas. Pinceladita que Esteban criticaba cuando conversábamos de las historias de esas telenovelas. En dos oportunidades escribió guiones de comedias románticas, le trajeron buenos dividendos, pero en lo personal no le llenó. Y verlo correr al bajar del auto me sorprendió, y una vez más la vida me demuestra que hasta el más duro cae ante el poder del amor.
Ambos se llenan de besos y abrazos, y claro de costado, la barriga abultada de Valeria impide un abrazo de frente. Las lágrimas se le salen a ésta mujer que sin querer me había robado el corazón de madre.
Aun la recuerdo cuando nos topamos, ella se quedó mirándome por buen rato para luego empezar a gritar como niñita.
- ¡No puede ser, no puede ser! ¿Es usted Juliana Monte Cruz, la escritora de un ‘Árbol para dos’?
Y desde aquel día nos volvimos inseparables, pero nunca imaginé que con esa barriga conquistaría a mi hijo, que siempre le interesaron las mujeres solteras, y no aquellas que venían con regalo incluido, así me lo decía cuando se enteraba que algún amigo suyo se comprometía con una mujer con un hijo.
Ahora imagínense verlo a través de mis ojos desparramando amor y besos a Valeria. La abraza con tanta fuerza como si no la hubiera visto hace un milenio. Le dice algo mirándole a los ojos, la besa en la frente y la vuelve a abrazar. Valeria se siente tan segura que se deja llevar por Esteban y yo sigo recostada en la puerta del auto tocando mi violín imaginario.
Lo que sigue después es la narración de Valeria de cómo la secuestraron y Esteban le cuenta como Gerard fue intervenido por los periodistas. Ambos no querían perderse ningún detalle de cómo se me ocurrió el plan, pero la sorpresa para ambos viene cuando en la historia sale a relucir el nombre de Bruno.
-                Así es, aquel a quien tanto fastidias fue pieza clave en esta historia – Esteban suelta una carcajada.
-                Siempre respeté su opción sexual, él nunca respeto la mía, pero esta vez sí merece darle un verdadero abrazo.
-                Eso espero, es mi editor y no pienso cambiarlo por nadie, a pesar que tuvimos ciertas discrepancias, lo quiero mucho.
En el departamento también se encontraban Almendra y Santiago con sus parejas. Christian aún seguía avergonzado por haber descuidado de Valeria. No había motivo para buscar culpables, las historias de la vida real a veces son parecidas o superan a las historias ficcionadas y ésta era una de ellas. El destino quiso que Valeria cayera en manos de Gerard para que luego saboreara por primera vez una derrota.
¿Qué fue de él? ¿Dónde se encontraba a estas horas? No lo sabíamos hasta que aparece André en la puerta del departamento con una cara larga. Pide disculpas por lo sucedido, por como se involucró en el plan macabro de Gerard.
Valeria sale para conversar con él, a los pocos minutos estaba de regreso.
-                ¿Qué pasó, qué le dijiste?
-                Nada… - responde dirigiéndose a la cocina. De regreso con un vaso de agua me dice – Acaba de renovarte el contrato por un año con gastos pagados.
-                Estás loca.
-          Vamos Juliana se portó como un puerco con ambas. El departamento de a lado sigue siendo mío y me gusta tenerte como vecina. Tómalo como un agradecimiento por no haber mencionado su nombre ante las cámaras – sonríe guiñándome un ojo.
En los siguientes días Esteban fue llamado para reiniciar su trabajo en Los Ángeles, sus jefes estaban interesados en el nuevo guión que había presentado. Valeria se queda conmigo ayudándome en el texto que tendría que hablar para la presentación de mi novela en Dallas.
-                Papa te envía saludos – me dice mi hijo Santiago en una de sus visitas matutinas -. Lo vi ayer por la noche te desea lo mejor con tu nuevo libro.
El comentario me toma por sorpresa. En los días que pasaron Almendra no me había hablado nada de él a pesar que Rafael continuaba viviendo en su casa.
-                Hemos estado cenando en los últimos días – me confiesa Santiago -. Esta arrepentido por todo el daño que te hizo – quiero hablar, decido guardarme mis comentarios. No quería seguir discutiendo, mientras Rafael estuviera bien y lejos de mí no había problemas -. Se le ha presentado una oportunidad de trabajo en México D.F. en tres días viajará para allá, ya tiene el pasaje en la mano.
-                ¿Irá solo o lo acompañarás?
-                ¿Por qué la pregunta?
-                No lo sé, como madre me gustaría que lo hicieras. Es tu padre y pasar unos días juntos les caería bien.
-                Sí, también compré los boletos para mí – sonríe.
-                ¿Y mayra?
-               Aprovechará los días para estar también con su padre, que últimamente no ha estado tan bien – me dice con una mirada acusadora -. Vamos mamá, no te hagas, Almendra me contó todo. Si crees que no merece una oportunidad, pues sigue adelante y si crees que aún puedes darte a ti misma esa oportunidad de volver a amar, de perdonar y ser feliz, sabes que siempre tendrás el apoyo de Almendra, de Esteban y mío.
Abrazo a mi hijo para darle un beso en la frente como hacia todas las noches cuando era pequeño. ‘Que descanses mi angelito’, le decía acariciando su cabello corto y esponjoso.
Intento ver dentro de sus grandes ojos, Santiago, era mayor, hace años había perdido su inocencia y de aquel muchacho rebelde no quedaba rastros. Conocer a Mayra era lo mejor que le había pasado. Ambos a pesar de ser jóvenes tenían claro lo que querían lograr.  Nunca escuché problema alguno en su relación, pero tampoco eran la pareja perfecta, algún error debían tener, pero me encantaba saber que lo solucionaban como personas mayores, en casa y no fuera de ella como acostumbraban muchas personas, el desperdigar sus problemas en la vía publica para luego verlos prodigándose besos y perdones frente a los demás.
Lo curioso de saber que mis dos hijos compartían la vida con los hijos de Leonardo era que hasta antes de tocar fondo en la casa que alquilaba en Dolores Hidalgo, siempre guardaron distancia a la hora de hablar de Leonardo. Pero ahora que ambos estábamos solos, los míos nunca lo juzgaron por preferir los diez mil dólares antes que mi amor.
-                Mamá deja eso atrás, el no haberlos aceptado hubiera cambiado toda la historia, Santiago y yo no existiríamos como tampoco Christian y Mayra y desde allí la cosa cambia. Dios sabe por qué hace las cosas – fueron las palabras de mi hija cuando tocamos el tema mientras comprábamos las cosas para la cocina en un super mercado -. Y no esperes algún reclamo de Mayra o Christian, ambos ya tienen suficiente; Mayra de cuidar de él y mi esposo de actuar de lo más cortes con mi papá. Aunque te puedo decir que tu ex esposo ha cambiado mucho. Agradece los favores que se le hace, ya no es tan pedante. Pide las cosas con un ‘please’ y eso es suficiente para Christian que siempre quiso mantener su distancia por temor a recibir algún insulto o golpe de Rafael.
Solo escucho, no opino y me hago la desentendida, pero no lo podía negar mi orgullo continuaba y las palabras de mi madre retachaban en mi mente. “Pues ya lo sabes, a Leonardo y su familia le importó más el dinero que hacerte feliz. Diez mil dólares me costó alejarlo de tu lado”. “El trato no era sólo alejarte de ti sino corresponder a Carmen”.
Aprisiono con fuerza el carrito de los productos y sigo con dirección al auto. Todavía guardo el poema que alguna vez le escribí en un pedazo de papel, y el cual Leonardo nunca se creyó digno de poseerlo.
Quizás estaba cayendo en un error, pero a la vez había pasado por tantos sobresaltos que por el momento me quería tomar un tiempo para pensar. En dos días seria la presentación de mi novela. Tenía listas las maletas para desaparecer de la ciudad ni bien terminaba la presentación. Valeria vendría conmigo.
Estaríamos fuera por más de un mes, tiempo que me serviría para pensar en los pasos que daría en los siguientes meses. Por el momento, please, cupido aléjate de mi lado, no te necesito, así estoy bien. Deseo, necesito, quiero tiempo y creo que mi buen amigo alado comprenderás. No sé, primero flecha a los más necesitados, aquellos que de verdad crees serán felices comiendo perdices.
Mi hija no insiste y regresamos al departamento sin el más mínimo comentario sobre el tema. Hablamos de cosas rutinarias, que el cambio de clima, de lo caro que están las cosas, de lo bien que le irá a Rafael en el D.F., del ingreso de mi hermana a un centro de rehabilitación. ¿Por qué clasifico éste tema como irrelevante? No puedo ser hipócrita, pero así lo consideraba de verdad, y como me conozco bien a la media hora estábamos de salida al centro de rehabilitación.
-                Su hermana quiso desfigurarse el rostro. Su madre apareció a tiempo para impedir que cometiera su plan – nos dice un joven doctor de rasgos chinos.
-                ¿Y mi abuela cómo se encuentra?
-                Ella sólo sufrió algunos rasguños producto del forcejeo. Ya está de alta y ahora se encuentra esperando los resultados del estado de la señora Carmen. ¿Quieren verla?
-                No doctor, no se preocupe – intervengo, pero el gesto en su rostro me dice que necesitaba extender mi explicación -. Somos su única familia, pero por el momento no creo conveniente verla.
-                Espere un momento; usted se parece mucho a la paciente… Ahora comprendo, es a usted a quien intentó agredir su hermana.
El comentario me deja sin palabras, esquivo la mirada y llevo mis manos al cuello.
-                Mamá, si lo deseas yo me quedo con la abuela.
El ofrecimiento me quita un peso de encima y a los cinco minutos ya estaba al volante del auto.

Cuando llega el gran día de la presentación, mi cuenta en el facebook y correo electrónico estaban saturadas de mensajes, lo mismo sucedía con mi celular. Los obsequios de amigos de todos los países llegaron puntuales como la elegante presencia de Bruno que vestía un esmoquin negro.
El auditorio de la Biblioteca estaba lleno, los medios de prensa también estaban presentes. Esta presentación seria recordada más por los escándalos que protagonizó la autora que la novela misma.
Estar lista me llevaría tres horas desde el cuidado de la mata de cabellos que tengo en la cabeza. Descarté el alisado y planchado. Que el cuidado con el maquillaje para borrar esas patitas de gallo, las mías ya no eran patas de gallo sino de águila, pero no me importaba. Aun así con Almendra y Valeria logramos en algo verme presentable dentro de aquel vestido verde petróleo, y opto por los zapatos de taco bajo, los altos me matarían. ¿Qué si a alguien le quedo duda cómo llevaba el cabello? Pues suelto, le agregué algunas vitaminas para revitalizarlo y asunto arreglado.
El texto lo tenía en las manos, no sé por qué siempre escribía algo si cuando estaba en el escenario olvidaba todo e improvisaba, quizás era sólo tener el texto como un punto de referencia, nada más.
Bruno se encargaría de hablar de mi persona y mis novelas. Detrás del escenario tenia a Valeria tratando de calmar mis nervios, siempre los tenía antes de cada presentación.
Escuchábamos claramente a Bruno, atrapaba al público con su manera de hablar, sabía cuando debía contar algo gracioso y cuando debía de levantar los ánimos a los asistentes para hacerlos participes de la publicación. Y el muy condenado se toma el tiempo para hacer un pequeño resumen de lo que me había pasado en las últimas semanas. Parado en el estrado contemplaba sin dificultad al público y para mí se había preparado una pequeña mesa donde se encontraban los ejemplares de mi novela.
Cuando escucho las palabras para darme la bienvenida, Valeria me toma de la mano y me lleva hasta la puerta. Los aplausos aumentan y trato de guardar la calma, los fotógrafos me ametrallan con sus luces blancas, soy el centro de atención de todos y en lugar de sentirme protegida por sus aplausos y su apoyo me veo intimidada. Los aplausos no cesan, la gente se pone de pie y yo aún no puedo verlos bien los relámpagos de las cámaras fotográficas me dificultan la visión.
Luego todos guardan silencio y vuelven a sentarse. Les doy la bienvenida, agradezco su asistencia y es cuando empiezo a ubicarme en el lugar; la mesa lisa, mis novelas, el micrófono que tengo mantenerlo un poco alejado de mi boca para no saturar el sonido.
Ya puedo ver a los asistentes sin problemas y reconozco al joven policía que me atendió hace unos días cuando Esteban fue detenido en su delegación. Me saluda y con unos gestos me presenta a quien debía ser su esposa, una joven de cabello ensortijado, morocha y con una niña en brazos. La pareja se veía feliz.
Busco más conocidos entre la gente, veo a mis hijos, algunos actores de teatro, pintores como mi amigo Omar Carrillo, representantes de la biblioteca, pero aquel que pensaba que llegaría de todas maneras no lo veo por ningún lado y las esperanzas de ver su maldita sonrisa al menos de lejos antes de viajar se desvanecen.
Hablo de la novela, agradezco a la editorial por seguir confiando en mi trabajo, a Bruno por su apoyo incondicional, a todo el público por su respaldo y luego pasamos la firma de autógrafos y fotos. Acepto responder a todas las preguntas de los medios y cuando ven que todo esta dicho me acerco a conversar un rato con las personas.
Busco al joven policía y sólo me encuentro con su esposa que me dice que tuvo una emergencia.
Trato de mantenerme a la altura del ambiente, feliz y sonriente, pero si se trata de decir la verdad, creí que el condenado cupido no me haría caso y Leonardo aparecería con unos mariachis, con rosas, o al menos un par de globos, pero nada.
Cuando todo concluye, Valeria me pide que regrese sola a la casa, Almendra le quería mostrar unas cosas antes de viajar.
Ya en el volante no me queda más que sonreír, sonreír por todo lo que había pasado, por el atrevimiento de novelar mi propia historia, de ser yo misma el personaje principal cuando siempre fui la escritora, pero a diferencia de mis personajes yo no tenía a mi Romeo como me decía Esteban.
De pronto mi concentración se ve interrumpida por las luces azul-rojo de una patrulla. En un inicio pienso que es un error, pero no, el patrullero ya estaba pegado a mi auto. ¿Pero qué demonios estaba pasando? Manejaba al límite de velocidad, las luces estaban encendidas, había respetado todas las luces que crucé.
Me estaciono al costado derecho de la pista y sostengo el volante con mis dos manos para que el policía se percate que no soy un peligro.
Estoy así por más de tres minutos que me parecen una eternidad, tiempo en que el policía revisa en su computadora si tenia alguna infracción. Por el espejo retrovisor veo que por fin el uniformado decide bajar y viene hacia mi auto, pero grande es mi sorpresa al reconocer al joven policía que me acompañó junto a su esposa en la presentación de mi novela.
-                ¿Qué pasa joven….? – y recuerdo que no sabía su nombre. Él también se muestra sorprendido. Al revisar en su computadora las placas del auto no salía yo como dueña sino mi hijo Esteban.
-                Es que… - tartamudea, pero las cosas ya estaban hechas -. Lo siento señora Juliana, sólo cumplo órdenes – recupera la voz -. Si pudiera bajar para revisarla.
-                ¿Qué?
-                Por favor señora.
Esto debía ser una broma, una locura, éste muchacho me esta tomando por una delincuente; pero verlo parado alado de la puerta me dice que no cambiará de parecer y si pongo resistencia, llamará refuerzos. Esperen, un hombre no puede revisar a una mujer.
Bajo del auto, el muchacho retrocede unos pasos, se escucha voces en la radio que lleva en el pecho. Su porte –alto y cuadrado–, su vestimenta y sus armas en la cintura me intimidan.
-                Podría girar y poner sus manos sobre el techo del auto.
¡Oh por Dios! Quiero gritarle, insultarle por tal atrevimiento. Nunca en mi vida me había pasado esto y el desgraciado me esta tratando como si fuera una mujer peligrosa, y con solo imaginarme que pasaría sus manos por mi cuerpo para revisar si tenia algún arma se estrujaba mi corazón.
-                Abra las piernas un poco por favor – insiste.
Siempre había leído y visto este tipo de escenas pero vivirlas nunca, si a los hombres frente a la policía se les bajaba todo lo machitos que eran dentro de un bar o con sus amigos y se les encogía ‘aquellos’ que muchas veces se sienten orgullosos de llevarlos yo sentía que mis ovarios los tenía en mi garganta.
Me moría de miedo, me sentía humillada y no por un violador sino por un policía que dice cuidar de los buenos ciudadanos.
Escucho sus pasos que se acercan, me toma de la cintura y siento su aliento en mi cuello, no quiero respirar, no puedo moverme, estaba a punto de entrar en shock.
-                Creo que tienes un poema que me pertenece – escucho esa voz que las últimas noches había escuchado en mis sueños. Volteo y era Leonardo mirándome a los ojos, mostrándome esa maldita sonrisa.
Mi alma regresa al cuerpo, mi respiración toma su ritmo habitual, el miedo se había esfumado al ver al joven policía delante del patrullero en compañía de Valeria, Almendra y Santiago.
No sólo el poema le pertenecía, le pertenecía todo de mí, y a los dos segundos le tomaba del cuello para besarlo, abrazarlo imitando la escena que protagonizó mi hijo con Valeria, claro con la diferencia que yo no tenia la barriga abultada.
-                ¿Pero cómo pudiste hacerme esto? – le empujo después de recordar todo el endemoniado susto que me habían hecho pasar.
-                No podía hacerlo en la presentación de tu novela, pero estuve allí y desaparecí junto a Renato para seguir con el plan – me toma de la mano para acercarnos a ellos.
-                La idea fue mía – se adelanta Almendra.
Abrazo a todos, y el más fuerte se lo doy a Renato que por fin sabía su nombre.
-                Me acabas de dar las dos mejores satisfacciones de mi vida, la vivencia única de un sospechoso y el final que necesitaba para cerrar esta historia – le digo.
-                Acabo de violar tres reglas de mi institución, pero por verla feliz como los personajes de sus novelas merecía correr el riesgo.
Lo que sucedería más adelante quizás no necesiten tanta explicación. Me bastaba ver a Leonardo con su maldita sonrisa para saber que me seguía derritiendo por él y como diría Arjona para que describir lo que pasó esa noche en la alfombra si el muy condenado me besó hasta la sombra y yo volví a sentirme viva, a volver a creer en el amor y amar con la misma intensidad que lo hice a los dieciocho años y esta misma noche regresé el poema escrito en aquel pedazo de papel a su verdadero dueño. A ese hombre de espalda ancha, que sabía no volvería a desaparecer cuando más lo necesitaba sino que estaría conmigo para siempre y el muy condenado antes de reiniciar otra tanda de besos y caricias me susurra al oído aquel poema que hace muchos años le escribí con tanto amor:

"Tus besos mis diálogos,
tus caricias mis personajes,
tu sonrisa mi inspiración…
Trátame suavemente".

domingo, 17 de octubre de 2010

EL SECUESTRO

El plan salió a la perfección, el periodista acertó con la pregunta gracias a la llamada de Bruno.
En las imágenes de la televisión podía ver como Gerard abriéndose paso corría a su auto Jaguar. No respondió a ninguna pregunta, pero su cara larga, sin esa arrogancia o sonrisa triunfalista eran la mejor prueba.
A los pocos minutos Valeria llamaría a mi hijo y la historia que viene a continuación es la de ellos.
Valeria fue puesta en libertad luego de estar encerrada en una casa donde dos hombres corpulentos la cuidaban y cuando se acabó el cautiverio la abandonaron en un conocido gas station seven - eleven.
Durante todo el trayecto tuvo los ojos vendados y nunca vio los rostros de sus captores. Sus voces era lo único que reconocía.
El de voz gruesa era el menos desalmado, siempre la trató con respeto y pedía permiso para todo, y por el grosor de sus manos Valeria deducía que era un hombre muy alto y musculoso. El otro hombre de voz chillona y quien recibía las llamadas debía ser el jefe y es más bajito, lo dedujo cuando la subía a la camioneta, él pidió que al subir se sosténiera en su hombro. Casi eran de la misma talla.
-              No seas imbécil. Esto no es un secuestro como en las películas. El jefe dijo que cuidáramos de ella no que la tratáramos mal.
-               ¿Entonces cual es la gracia?
-               ¡Carajo esto no es una actuación imbécil!
Las discusiones las escuchaba sin dificultad detrás de la puerta del cuarto donde estaba encerrada.
Los primeros minutos de encierro fueron terribles para Valeria, el llanto era desgarrador. No quería saber nada de Gerard, lo odiaba y el saber que Esteban seria el más afectado al perder su trabajo.

Horas antes mientras fingía dormir en el departamento llegó a la conclusión que seguir en Dallas sólo traería problemas a las personas que amaba y fue cuando decidió huir, regresar a México y esconderse en algún pueblito de Veracruz, al otro extremo del país.
Había escuchado la exaltada conversación que tuve con Bruno, la platica con mi hija Almendra, y cuando oyó que tendría que salir, ya tenia todo listo para desaparecer de la ciudad. Distraer a Christian no seria problema, sabía que el muchacho no estaba al tanto del problema que atravesaba.
Cuando pasaron cinco minutos de mi partida ya estaba en la sala y con una sonrisa fingida se dirigió a la cocina a buscar algo que comer. Christian veía una película en la televisión. Se saludaron.
La puerta estaba a unos pasos, y no le costó trabajo salir a la calle, pero nunca imaginó que el departamento era vigilado por dos sujetos dentro de una camioneta cerrada.
Valeria no quería levantar sospechas o dejar alguna huella, desde un inicio desistió de usar su vehículo. Tenia integrado un GPS por el cual la podrían rastrear sin problemas si es que huía en el.
En Internet investigó la ruta de los buses locales que la llevarían a la Terminal de viajes a México.
El paradero más cerca estaba a tres bloques, pero Valeria nunca llegó al lugar, apareció el hombre de estatura mediana a su lado.
-              No se te ocurra gritar o correr – le susurró al oído acercando la punta de un revólver a su espalda -. Tranquilita baby y no te pasará nada. Gerard quiere conversar contigo, así que calmadita súbete a la camioneta.
A los pocos minutos salían de la ciudad, Valeria no tenía idea a donde la llevaban, la habían vendado los ojos con un pañuelo negro. No armó ningún escándalo, conocía a Gerard y quizás fue mala idea huir a México. Sabía que seria imposible esconderse con el productor tras sus pasos.
-    No se preocupe señorita. No le sucederá nada, simplemente son precauciones. Usted espera un hijo del jefe y si le pasa algo, nosotros nos veremos en grandes problemas – escucho la voz que provenía del conductor. Usted coopera y nosotros también lo haremos.
-    ¡Ya cállate! No le hables tan dulce – ladró el tipo que estaba a su lado -. La lleváremos, habla con Gerard luego la dejaremos libre, pero en Los Ángeles, no aquí.
Valeria no quiso hablar, seria en vano. Quizás su destino ya estaba escrito desde mucho antes que me conociera y yo no tenía pluma o imaginación para contar su historia.
Le quitaron el pañuelo cuando ingresaron a una casa muy lujosa. La sala era muy amplia con cuadros enormes, muebles blancos y alfombras persas. Las obras de arte resaltaban a simple vista.
-           Es la casa de campo de uno de mis grandes amigos – comentó Gerard apareciendo en escena cuando Valeria intentaba adecuarse a la luz luego de tener la vista a oscuras.
-             ¡Vete al diablo y déjame en paz!
-              Veo que convivir con una escritora y un guionista te aflojó la lengua.
-              No metas a Juliana y Esteban en este problema.
-          No, tú no debiste meterlos en este problema. O es que fuiste tan estúpida al creer que el departamento y la camioneta último modelo fueron gratis – Gerard dentro de su traje nuevo y sin soltar su Iphone caminaba con familiaridad en la sala -. Desde que dejé mis espermas en tus ovarios, dejaste de pertenecerte para convertirte en mi propiedad privada.
-              Que imbécil puede escupir semejantes palabras como si fuera un Dios.
-             Yo – respondió -. Desde que tengo uso de razón, siempre fue así, mis padres heredaron una buena suma de dinero que luego yo logré incrementarlo con mis astucia y talento. Y no conozco a nadie que se haya rehusado a mis caprichos. Ni tú jovencita, de lo contrario no te hubiera acostado conmigo, no solo una vez sino varias veces.
Valeria quiso responder con otra carga de insultos, pero recordó que me mintió en esa parte de su historia. Y si fueron muchas noches de placer y no una.
-              Bien, qué es lo que quieres.
-              Que regreses conmigo a Los Ángeles, das a luz, me entregas al bebé, mi esposa se encarga de criarlo como si fuera su hijo. Te firmo un cheque por un millón de dólares y fin de la historia. Luego podrás tener todos los niños que desees como buena mexicana que eres.
-              ¡Vete a la mierda hijo de puta!
-             Me iré a dónde tú quieras, pero ese hijo será mío, y sobre todo me encargaré que nadie contrate a Esteban.
Cuantas veces Valeria había visto ese tipo de amenazas en las novelas mexicanas como en las películas, escenas que ella creía irreales, absurdas pero que al vivirlas le demostraron todo lo contrario.
-      Esta bien iré contigo.
Una sonrisa de triunfo, aquella que estaba acostumbrado a mostrar cada vez que cerraba un trato brilló unos segundos, pero como una estrella fugas también desapareció en cuestión de segundos. Gerard tenía el cofre del tesoro a su lado, pero Juliana, la escritora seguía siendo un problema y la llamada de André, dueño de los apartamentos lo traería a la realidad.
-           No tenias por qué hacer eso. Si Juliana denuncia el secuestro de Valeria, ambos estaremos en un gran problema.
-             Tranquilízate, eso no sucederá. Tengo conocidos en la policía.
-            Pues si no lo sabes acaba de haber un cambio en ese departamento. Juliana es una escritora famosa, no es una hija de vecino. Ella te puede traer problemas. Ya me los trajo a mí y no quiero verme involucrado en un secuestro. Todos mis inquilinos se irían, será mi ruina.
-             André por favor… focus, focus. No quieres problemas, yo también no los quiero. Y para que te sientas tranquilo consígueme su número.
-             No necesitas que lo averigüe. Yo te lo daré – interrumpió Valeria.
Lo que sucedió en las siguientes tres horas Valeria no lo sabía. La encerraron en el cuarto, luego fueron por ella.
-           Su estadía fue cancelada señorita – le dijo el hombre de voz gruesa. Acaban de ordenarnos que la regresemos a la ciudad. Valeria no dijo nada, dejó que la volvieran a vendar los ojos con el mismo pañuelo negro.
Ahora se encontraba en aquel Seven eleven, la vida rutinaria continuaba a su alrededor, las personas llenaban el tanque de gasolina de sus vehículos, otros ingresaban al local a comprar cerveza, comida rápida, alguna revista y volvían a salir en grupo o solos.
Sus ojos se adecuaron otra vez a la claridad. Conocía la zona, estaba a unos cuantos bloques de los departamentos. No entendía por qué Gerard la liberó, tampoco quiso saberlo, pero lo que si sabía era que tenía unas ganas inmensas de volver a ver a Esteban.  

domingo, 3 de octubre de 2010

EN BUSCA DE VALERIA


Mi madre disfruta verme la cara desencajada por saber la verdad después de tantos años y no se equivoca, sigo sin querer ver a Leonardo. Lo odio por semejante bajeza.
Almendra continua sin entender la historia.
-                Discúlpenme señoras, pero ese capítulo me lo perdí – interviene arreglándose el cabello. Nos observa a ambas a la espera de que una de las dos le contara el cuento.
Por ese motivo estaba allí porque quería entender el cuento. Lo peor ya lo sabía, pero como escuché una vez la frase de un cómico americano, nosotras las mujeres somos como la policía, a pesar que contamos con todas las pruebas siempre queremos la confesión.
-                Veo que rompió su promesa – mi madre muestra sus dientes postizos arreglándose el vestido y dando una mirada a Almendra -. Tu madre quiere saber el motivo por el cual nunca pudo ser feliz con ese mesero de Leonardo y poco le importa los años que pasó con tu padre y que ha raíz de eso naciste tú y tu hermano.
-                No seas hipócrita, porque igual que me alejaste de Leonardo, también confabulaste para que Carmen se encamara con Rafael y poco te importó saber el daño que me causarías a mí y a mis hijos.
-                Yo no veo ningún daño, de lo contrario Almendra no hubiera aceptado a su padre en su casa, y tú que hablas, te soltaste la rienda y ocasionaste cada escándalo que hasta me da vergüenza saber que soy tu madre.
-                Vergüenza debería darte por ser la alcahueta de Carmen, pero eso no es el tema que me tiene frente a ti.
-                Pues ya lo sabes, a Leonardo y su familia le importó más el dinero que hacerte feliz. Diez mil dólares me costó alejarlo de tu lado, aunque a veces se olvidaba del trato y aparecía por la casa para hacerte unas cuantas visitas nocturnas – sonríe -. Pero ni bien me veía se alejaba o es que nunca comprendiste sus repentinas apariciones y desapariciones como por arte de magia.
No respondo, ahora entendía perfectamente el porque desaparecía cuando más lo necesitaba y aparecía cuando menos lo esperaba.
-                Pero ya que estamos destapando la cajita de Pandora, estoy segura que no te contó toda la parte del trato.
Mi madre al saber que tiene nuestra atención camina alrededor para luego sentarse en el mueble y muy coquetamente cruza sus delgadas piernas que algunas vez fueron sus grandes armas para atrapar a mi padre y que ahora son delgadas y huesudas igual como lo serán las mías en algunos años más.
- El trato no era solo alejarte de ti sino corresponder a Carmen.
-                ¡A la mierda! – Almendra suelta la palabra y yo me quedo con la boca abierta sin saber qué decir. Esto era demasiado, es que ambas: mi madre y Carmen estaban locas .
Al ver que nos quedamos en silencio mi madre se levanta del sofá con una sonrisa triunfante.
-                Tú siempre fuiste un obstáculo para la felicidad de mi carmencita.  Fuiste tú quien siempre se fijaba en los hombres que a ella le gustaba y los atraías como imán y ella no podía competir contigo si es que yo no le daba una ayudadita.
-                Esto si que es el colmo abuela.
-                Deja que suelte todo lo que tiene que decir – intervengo tratando de no perder el equilibrio de mi cuerpo.
-                ¡Cállate…!
El rostro de mi madre se contrae, las cejas se arquean, sus labios se vuelven mas delgados y esa nariz aguileña me apunta amenazante con esa mirada endemoniada.
-                Tú no sabes lo que una madre sufre al saber que la hija que más ama no tiene las mismas cualidades de su hermana y como una madre sacrificada tiene que hacer hasta lo imposible para verla feliz.
-                Así sea a cuestas de la infelicidad de tu otra hija.
-                Es un daño colateral, pero te confieso que hasta ahora no me arrepiento de nada. Al contrario siento que debí hacer más por Carmen y sí, Leonardo debió corresponderla en esos días, y como eso no sucedió apareció Rafael y asunto arreglado.
No quise escuchar más sandeces a mi madre y salgo de mi ex casa seguida de mi hija que cierra la puerta de un golpe.
No digo una palabra en el trayecto, Almendra tampoco dice nada, pero ambas sabemos que nos morimos por comentar lo dicho por mi madre: “El trato no era sólo alejarte de ti sino también corresponder a Carmen”.
Fui por respuestas y las había encontrado, pero a estas alturas no me sorprendía tanto como la confesión de Leonardo.
En este momento veía a todos tan irreales, tan hipócritas y egoístas que lo único que quería era alejarme de ellos y no veía la hora de irme de Dallas y lo seria pronto y eso me tranquilizaba.
Ahora sólo faltaba solucionar el asunto de Valeria y alejarla de Gerard. ¿Cómo? Todavía no encontraba el modo de bajar de su nube al productor, pero que lo encontraría lo encontraría.
Y en esta historia de enredos y envidias aun faltaba capítulos por escribir cuando ya quería cerrarlo en un final solitario, pero siempre el destino juega en mi contra y las sorpresas inyectadas de suspenso vuelven a restregarse en mi rostro.
Cuando llegamos al departamento encontramos a Esteban con Christian en la calle.
-                ¿Qué diablos haces aquí? – Almendra se me adelanta.
-                Vine por Valeria – responde mirando a diferentes direcciones. Almendra clava su mirada en mí cómo preguntándome qué parte de la historia me perdí.
-                Ambos estuvieron saliendo en secreto – le digo para apaciguar el ambiente. Pero ver a ambos en la calle significa que algo malo había ocurrido.
-                ¿Y dónde  está ella?
-                No me dijo nada, apareció en la sala. Me saludo y conversamos un rato, estaba muy intranquila y cuando regrese del baño ella ya no estaba – confiesa Christian aturdido, sin comprender el grado del peligro.
El rostro compungido y desencajado de Esteban me dice que el panorama que teníamos al frente no era tan alentador.
No digo nada y me dirijo a la oficina de André que lo encuentro atendiendo a una pareja de gay.
-                ¿A dónde se la llevaron? – la pareja voltea sorprendida a verme, uno de ellos me reconoce, pero al ver mi rostro enfurecido se abre paso y me facilita la visualización del manager que al reconocerme se levanta del sillón sorprendido por la pregunta -. Valeria no está en mi departamento. Si se trata de un secuestro usted es el principal sospechoso.
-                ¡Oh por Dios! – el más flaco y de cabello corto lleva sus manos a la boca -. Conozco a la muchachita, ella nos tomó un par de fotos cuando recién llegó a estos apartamentos.
-                Claro, incluso nos regaló una de ellas dentro de un cuadro.
André traga saliva. Estaba en serios problemas.
-                Señores tendrían la amabilidad de dejarme conversar a solas con la señora aquí presente.
-                ¡Déjate de palabras ceremoniosas y dime dónde está Valeria o llamaré a la policía!
La pareja no se mueve y sigue allí a la espera de una respuesta convincente de André que ya empieza a sudar frío. Sus dedos intranquilos y su sonrisa forzada dejaban en claro que sabía algo.
-                Si la señorita Valeria no está en su departamento yo no tengo nada que ver en su desaparición. Desde aquella noche que me vio junto a Gerard le pedí que ya no me involucrara en sus actos.
-                ¿Qué actos? – pregunta el otro muchacho de pechos grandes y barbita de cuatro días -. ¿André, tú metido en este tipo de cosas?
-                Por favor William no es lo que parece. Todo fue un mal entendido – André se limpia el sudor de su frente.
-                Eso esta por verse. Mi hijo la esta llamando y si no contesta en los siguientes minutos acondicione su oficina para recibir a la policía.
No digo más y salgo del lugar dejando a la pareja que aún tenia ganas de seguir interrogando a André sin imaginar que las sorpresas no acababan en este día.
Cuando regreso al departamento, Esteban había salido minutos antes a buscar a Gerard al hotel donde se hospedaba. ¿Cómo sabía el nombre del hotel? No necesitaba preguntar en voz alta. Esteban había regreso en cuestión de horas con la suficiente información como para no molestarme.
Y antes de volver a salir Almendra me toma del brazo.
-     O me pones al tanto de esta situación o no te dejaré hacer nada.

domingo, 19 de septiembre de 2010

LA NOVELA DE VALERIA II


Veo que por insistencia del productor, el manager intenta abrir la puerta. Ambos atentaban contra el derecho a la privacidad e invadiendo propiedad privada. André, podría ser el manager o dueño de los inmuebles, pero eso no le daba el derecho a propasarse.
-          ¿Se puede saber qué está haciendo señor Andrés? – escuchan mi voz. Ambos voltean sorprendidos que alguien estuviera despierto tan tarde.
-          ¿Señora Juliana qué hace a estas horas en la calle? – su voz suena nerviosa y esconde el manojo de llaves detrás de su cintura. No me importa tener el rostro enrojecido, era de noche y no se darían cuenta que minutos antes había llorado como Maria Magdalena. Valeria ya no era mi vecina ni mi mejor amiga. Esta misma noche dio el gran salto, ahora era la pareja de mi hijo y desde que la conocí prometí que la protegería y no me importaba los peligros a los que tuviera que enfrentar.
El hombre elegante, buen mozo y de buen porte me mira de pies a cabeza cuando me tienen a menos de un metro.
-           ¿Me parece o estaba intentando abrir la puerta a la fuerza? – ambos se miran por unos segundos.
-         Verá señora Juliana, el señor Gerard Taylor fue quien compró el departamento para su gran amiga Valeria.
-          Pero eso no le da la autoridad para aparecer a altas horas de la noche e intentar ingresar a la fuerza. Vi cuando Valeria les cerró la puerta y ambos están cruzando un límite que es penado por la policía – mi mirada esta clavada en el hombre buen mozo que también me mira como si tratara de recordar dónde me había visto antes.
-         Creo que hubo un pequeño error señora y si usted considera que así fue, ruego me disculpe – la voz de André suena fofa, baja los dos escalones cruza por mi lado con una sonrisa forzada aprovechando para guardar las llaves en su bolsillo trasero. Gerard se queda solo en la puerta sin saber qué hacer, pero al verme que extraigo mi celular de mi bolso sigue los pasos de André y se dirige a su auto. Antes de subir me da una última mirada como para no olvidar mi rostro.
Al ver que su auto volteaba en la esquina apresuro el paso y abro la puerta de Valeria con la copia que un día me la dio por si algún día pasaba una emergencia.
Al abrir la puerta escucho que pega un grito. Su llanto se agudiza y logra reconocerme cuando se disponía marcar al 911.
Se levanta del sillón y corre a abrazarme con los ojos llorosos y ambas terminamos en un lloriqueo mutuo. Ella lloraba por la aparecían del padre de su hijo y yo por los diez mil dólares que Leonardo recibió para hacerme infeliz por más de veinticinco años.

Ambas despertamos en el sofá donde nos habíamos quedado dormidas.  Valeria tiene el cabello alborotado y difícilmente puedo ver su rostro y yo ni que hablar, mis lágrimas habían humedecido mi pelo que esta pegado a mis mejillas y pestañas.
Después de unos segundos tratando de recuperar el glamour de mujeres nos echamos a reír. La abrazo fuertemente y ella recuesta su cabeza sobre mi pecho.
Otra vez estábamos juntas.
-         El regresará – se atreve a hablar -. Todo lo que tengo le sigue perteneciendo, me lo dijo cuando apareció en la puerta con André.
-         Te quedas conmigo – trato de animarla -. Mi sala quiere un poco de vida y tus fotos espontáneas le darán ese carisma que necesita.
-          Las fotos – aparece un sonrisa en su rostro -. Hace tiempo que había dejado de tomarlas desde que te conocí.
Pasado el media día tenia la mayoría de sus cosas en mi departamento. Ambas olvidamos por unas horas los problemas o las escenas vividas la noche anterior.
-         La esposa de Gerard otra vez le dio una mujercita – retoma el tema cuando preparábamos algo de comer en la cocina -. Todo el tiempo estuvo siguiéndome, incluso conversaba con el doctor que me atendía en la clínica, quien le confirmó que yo esperaba un niño.
-         Pero eso atentar contra la privacidad de la mujer.
-         No cuando la amistad es afianzada con una buena donación para la lucha contra el cáncer. Siempre estuvo pendiente de mí y no debería extrañar si también contactó al manager del Starbucks donde trabajaba – suelta una risa forzada -. Te imaginas Juliana me trataba como si fuera una terrorista a quien se necesita seguir todo el tiempo. Saber dónde compra sus alimentos, qué lugares nocturnos visita, quienes son sus amigos, que bebe a qué dedica la mayor parte de su tiempo.
-         Pero me extrañó que me mirara como si recién me conociera.
-        Con André sabía que yo estaría bien, pero nunca imaginó que tú aparecerías en mi camino. Pero mi temor es que Esteban pierda su trabajo por mi culpa.
-         ¿Por qué dices eso?
-         Gerard es el dueño de la compañía donde Esteban trabaja.
Ahora comprendía todo el asunto de ellos, el por qué mi hijo siempre evitó contarme sobre la relación. Nunca quiso decirme el nombre de Gerard y Bruno nunca cumplió su promesa de averiguar quien era el padre del niño que Valeria llevaba en el vientre.
Al poco rato termina de contar toda la historia desde que vivió en la casa de Gerard hasta su llegada a Dallas. Los contactos de ese productor de cine, sus relaciones con muchos políticos y personajes de la cultura de Dallas me dejaron con la boca abierta. Sus tentáculos eran mejores que un pulpo y yo como siempre estaba en la luna en este tipo de pormenores.
Pero si hubo un detalle del cual si me percato, si Gerard estaba bien relacionado Bruno debia conocerlo o saber de él y algo me dice que siempre lo supo y callo para no preocuparme.
- Pero dejemos de hablar de mí, ¿ahora cuéntame cómo te fue? – me pregunta llevándose un pedacito de queso a la boca. Los antojos habían empezado en ella y aquel lácteo era uno de sus preferidos.
-         ¿En verdad quieres escucharla? – una sonrisa aparece en su rostro.
-         Sabes que me encantaría. Me gusta cuando me cuentas algo, es como si estuvieras contándome una novela, vives la historia, y no soy tonta como para no darme cuenta que cuando apareciste ayer en el departamento tenías los ojos llorosos, no por mí sino por alguien más, y ese alguien tiene nombre: Leonardo.
No espero que me insista y le cuento lo que ocurrió la noche anterior. Evito llorar, mantengo mi semblante, no era momento para mostrar flaquezas y más ahora que ambas pasábamos por unos momentos nada buenos.

Al día siguiente aparece Bruno en el departamento a primera hora. Le tomo del cuello y lo arrincono contra la pared.
-         ¿Por qué no me dijiste quien realmente era Gerard? – mis ojos le lanzan ráfagas de odio. Nunca me había visto en ese estado. Traga saliva y con un gesto me dice que hablará.
Retiro mis manos de su cuello y regreso al sofá. Bruno me sigue con la mirada y luego con los pies.
-     Quiero la verdad. Nada de medias tintas.
-     Esteban me hizo jurarle que nunca te dijera la verdad.
-     ¿Cómo?
-    Esteban sabía que yo seria la primera persona a quien le contarías el problema de Violeta y a la vez tratarías de averiguar quién era el hombre misterioso. Me arrinconó así como tú lo hiciste, y con sus manos más gruesas casi me ahorca de verdad. En cinco segundos acepté el trato.
-    Y no que te gustaba que te maltrate.
-   Una cosa es hacerlo previo al sexo y otra cuando de verdad te quiere mandar para el otro lado, pero si soy masoquista tu hijo más me excito. Verle sus ojos, sus gestos…
-    Ya entendí, no tienes porque continuar…
-  Gerard esta aquí hace dos semanas. No necesitó esperar a que su esposa diera a luz. Ya sabía que el bebé seria niña y su esperanza se centró en Valeria.
-   Ósea que también estás metido en todo esto. ¡Por Dios! ¿Acaso es un Vito Corleone?
-   Hasta hace unos meses no lo era, pero su desesperación por tener a un heredero le llevo a tomar estas medidas.
-    ¿Y esto no le puede traer consecuencias en su matrimonio?
-    Su esposa es sólo un títere y hará lo que él ordene y a estas alturas debe de estar al tanto del niño que Valeria tiene en su vientre.
-   Y qué es lo que hará entonces, porque Valeria no es un vientre de alquiler. Ella lo quiere tener, pero será suyo no de Gerard.
-     Por eso estoy aquí también.
-     ¿Qué?
-   Gerard fue a verme en la madrugada y quiere llegar a un arreglo económico.
-     Esto debe ser una broma. ¿Tú qué trompeta tocas en este concierto?
-     Muchas mi reina. Sin querer me vi involucrado en este juego sucio.
-   Sabes que te puedo mandar al diablo y cambiar de editor si es que hablo con la editorial.
-   Lo sé, pero no lo harás porque ustedes me necesitan como yo a ustedes. Es un viejo favor que le debo a uno de los amigos de Gerard y al saber que soy tu editor me ubicó y ahora estoy aquí para conversar.
-  No sigas hablando y vete por favor. Quiero pensar que esta conversación nunca existió.
-    Juliana no actúes como una inmadura. No podemos ocultar el sol con un dedo. El problema existe, si lo vemos por el lado bueno, Valeria no esta sola, nos tiene a nosotros.
-    No pluralices, que desde este momento tú estás fuera de toda relación de trabajo conmigo.
-   ¿Mi reina es que aún no comprendes? Si yo no los ayudo a ambas no sólo Valeria perderá a su niño sino que también tu carrera se irá al carajo.
Levanto la mirada, y veo en cada gesto, en cada palabra que Bruno escupió hace unos segundos que no estaba bromeando. Que la verdadera historia de Valeria recién empezaba a escribirse.