domingo, 17 de octubre de 2010

EL SECUESTRO

El plan salió a la perfección, el periodista acertó con la pregunta gracias a la llamada de Bruno.
En las imágenes de la televisión podía ver como Gerard abriéndose paso corría a su auto Jaguar. No respondió a ninguna pregunta, pero su cara larga, sin esa arrogancia o sonrisa triunfalista eran la mejor prueba.
A los pocos minutos Valeria llamaría a mi hijo y la historia que viene a continuación es la de ellos.
Valeria fue puesta en libertad luego de estar encerrada en una casa donde dos hombres corpulentos la cuidaban y cuando se acabó el cautiverio la abandonaron en un conocido gas station seven - eleven.
Durante todo el trayecto tuvo los ojos vendados y nunca vio los rostros de sus captores. Sus voces era lo único que reconocía.
El de voz gruesa era el menos desalmado, siempre la trató con respeto y pedía permiso para todo, y por el grosor de sus manos Valeria deducía que era un hombre muy alto y musculoso. El otro hombre de voz chillona y quien recibía las llamadas debía ser el jefe y es más bajito, lo dedujo cuando la subía a la camioneta, él pidió que al subir se sosténiera en su hombro. Casi eran de la misma talla.
-              No seas imbécil. Esto no es un secuestro como en las películas. El jefe dijo que cuidáramos de ella no que la tratáramos mal.
-               ¿Entonces cual es la gracia?
-               ¡Carajo esto no es una actuación imbécil!
Las discusiones las escuchaba sin dificultad detrás de la puerta del cuarto donde estaba encerrada.
Los primeros minutos de encierro fueron terribles para Valeria, el llanto era desgarrador. No quería saber nada de Gerard, lo odiaba y el saber que Esteban seria el más afectado al perder su trabajo.

Horas antes mientras fingía dormir en el departamento llegó a la conclusión que seguir en Dallas sólo traería problemas a las personas que amaba y fue cuando decidió huir, regresar a México y esconderse en algún pueblito de Veracruz, al otro extremo del país.
Había escuchado la exaltada conversación que tuve con Bruno, la platica con mi hija Almendra, y cuando oyó que tendría que salir, ya tenia todo listo para desaparecer de la ciudad. Distraer a Christian no seria problema, sabía que el muchacho no estaba al tanto del problema que atravesaba.
Cuando pasaron cinco minutos de mi partida ya estaba en la sala y con una sonrisa fingida se dirigió a la cocina a buscar algo que comer. Christian veía una película en la televisión. Se saludaron.
La puerta estaba a unos pasos, y no le costó trabajo salir a la calle, pero nunca imaginó que el departamento era vigilado por dos sujetos dentro de una camioneta cerrada.
Valeria no quería levantar sospechas o dejar alguna huella, desde un inicio desistió de usar su vehículo. Tenia integrado un GPS por el cual la podrían rastrear sin problemas si es que huía en el.
En Internet investigó la ruta de los buses locales que la llevarían a la Terminal de viajes a México.
El paradero más cerca estaba a tres bloques, pero Valeria nunca llegó al lugar, apareció el hombre de estatura mediana a su lado.
-              No se te ocurra gritar o correr – le susurró al oído acercando la punta de un revólver a su espalda -. Tranquilita baby y no te pasará nada. Gerard quiere conversar contigo, así que calmadita súbete a la camioneta.
A los pocos minutos salían de la ciudad, Valeria no tenía idea a donde la llevaban, la habían vendado los ojos con un pañuelo negro. No armó ningún escándalo, conocía a Gerard y quizás fue mala idea huir a México. Sabía que seria imposible esconderse con el productor tras sus pasos.
-    No se preocupe señorita. No le sucederá nada, simplemente son precauciones. Usted espera un hijo del jefe y si le pasa algo, nosotros nos veremos en grandes problemas – escucho la voz que provenía del conductor. Usted coopera y nosotros también lo haremos.
-    ¡Ya cállate! No le hables tan dulce – ladró el tipo que estaba a su lado -. La lleváremos, habla con Gerard luego la dejaremos libre, pero en Los Ángeles, no aquí.
Valeria no quiso hablar, seria en vano. Quizás su destino ya estaba escrito desde mucho antes que me conociera y yo no tenía pluma o imaginación para contar su historia.
Le quitaron el pañuelo cuando ingresaron a una casa muy lujosa. La sala era muy amplia con cuadros enormes, muebles blancos y alfombras persas. Las obras de arte resaltaban a simple vista.
-           Es la casa de campo de uno de mis grandes amigos – comentó Gerard apareciendo en escena cuando Valeria intentaba adecuarse a la luz luego de tener la vista a oscuras.
-             ¡Vete al diablo y déjame en paz!
-              Veo que convivir con una escritora y un guionista te aflojó la lengua.
-              No metas a Juliana y Esteban en este problema.
-          No, tú no debiste meterlos en este problema. O es que fuiste tan estúpida al creer que el departamento y la camioneta último modelo fueron gratis – Gerard dentro de su traje nuevo y sin soltar su Iphone caminaba con familiaridad en la sala -. Desde que dejé mis espermas en tus ovarios, dejaste de pertenecerte para convertirte en mi propiedad privada.
-              Que imbécil puede escupir semejantes palabras como si fuera un Dios.
-             Yo – respondió -. Desde que tengo uso de razón, siempre fue así, mis padres heredaron una buena suma de dinero que luego yo logré incrementarlo con mis astucia y talento. Y no conozco a nadie que se haya rehusado a mis caprichos. Ni tú jovencita, de lo contrario no te hubiera acostado conmigo, no solo una vez sino varias veces.
Valeria quiso responder con otra carga de insultos, pero recordó que me mintió en esa parte de su historia. Y si fueron muchas noches de placer y no una.
-              Bien, qué es lo que quieres.
-              Que regreses conmigo a Los Ángeles, das a luz, me entregas al bebé, mi esposa se encarga de criarlo como si fuera su hijo. Te firmo un cheque por un millón de dólares y fin de la historia. Luego podrás tener todos los niños que desees como buena mexicana que eres.
-              ¡Vete a la mierda hijo de puta!
-             Me iré a dónde tú quieras, pero ese hijo será mío, y sobre todo me encargaré que nadie contrate a Esteban.
Cuantas veces Valeria había visto ese tipo de amenazas en las novelas mexicanas como en las películas, escenas que ella creía irreales, absurdas pero que al vivirlas le demostraron todo lo contrario.
-      Esta bien iré contigo.
Una sonrisa de triunfo, aquella que estaba acostumbrado a mostrar cada vez que cerraba un trato brilló unos segundos, pero como una estrella fugas también desapareció en cuestión de segundos. Gerard tenía el cofre del tesoro a su lado, pero Juliana, la escritora seguía siendo un problema y la llamada de André, dueño de los apartamentos lo traería a la realidad.
-           No tenias por qué hacer eso. Si Juliana denuncia el secuestro de Valeria, ambos estaremos en un gran problema.
-             Tranquilízate, eso no sucederá. Tengo conocidos en la policía.
-            Pues si no lo sabes acaba de haber un cambio en ese departamento. Juliana es una escritora famosa, no es una hija de vecino. Ella te puede traer problemas. Ya me los trajo a mí y no quiero verme involucrado en un secuestro. Todos mis inquilinos se irían, será mi ruina.
-             André por favor… focus, focus. No quieres problemas, yo también no los quiero. Y para que te sientas tranquilo consígueme su número.
-             No necesitas que lo averigüe. Yo te lo daré – interrumpió Valeria.
Lo que sucedió en las siguientes tres horas Valeria no lo sabía. La encerraron en el cuarto, luego fueron por ella.
-           Su estadía fue cancelada señorita – le dijo el hombre de voz gruesa. Acaban de ordenarnos que la regresemos a la ciudad. Valeria no dijo nada, dejó que la volvieran a vendar los ojos con el mismo pañuelo negro.
Ahora se encontraba en aquel Seven eleven, la vida rutinaria continuaba a su alrededor, las personas llenaban el tanque de gasolina de sus vehículos, otros ingresaban al local a comprar cerveza, comida rápida, alguna revista y volvían a salir en grupo o solos.
Sus ojos se adecuaron otra vez a la claridad. Conocía la zona, estaba a unos cuantos bloques de los departamentos. No entendía por qué Gerard la liberó, tampoco quiso saberlo, pero lo que si sabía era que tenía unas ganas inmensas de volver a ver a Esteban.