sábado, 29 de mayo de 2010

II NO ESTOY SOLA

Quizás te sorprenda que te escriba… y disculpa mi letra, es que ya no puedo controlar bien a mi mano derecha. Espero verte para decirte en persona lo que una vez vi y nunca tuve el valor de confesártelo y ahora que me encuentro en éste lecho del cual no saldré, no quiero irme sin antes decírtelo.

Fue hace un par de meses cuando regresaba de Houston y me detuve a comer en un restaurante sin imaginar que encontraría a tu esposo saliendo del hotel que estaba en frente junto a tu hermana Cristina. Ambos también ingresaron al restaurante y su trato era de unos jóvenes enamorados.

Discúlpame si te rompo el corazón, pero no podía seguir guardando éste secreto. No sé qué medidas tomarás a raíz de ésta confesión, pero lo único que te pediría es que cuando te recuperes cuides de Leonardo. Decirte esto no deja de sonrojarme, pero no soy estúpida como para no darme cuenta que entre ustedes siempre hubo una chispa de amor que nunca se apagó a pesar que tenias esposo y él me tenía a mí.

Ahora no habrá nadie quien les impida estar juntos y estoy segura que él no te fallará y tú tampoco.

Les deseo lo mejor.

Daniela.

Para cuando terminé de leer la carta las lágrimas brotaban de mis ojos como manadas de ovejas en el campo. El dolor por la confesión de lo que vio Daniela ya me era normal, había inundado de lágrimas la casa de Dolores Hidalgo por culpa de esa traición, pero lo que me martillaba el corazón, era lo que decía en las últimas líneas de la carta: que cuidara de Leonardo, un pedido tan irónico porque no soy capaz de cuidarme a mi misma.

La bulla en los pasillos me trae a la realidad, me limpio las mejillas y escondo la carta, y entre todas las voces reconozco una, la cual no esperaba escuchar más y era la voz de Rafael, mi aún esposo. Su prepotencia se ve reducida por los hombres de seguridad del hospital. La puerta se abre de par en par y puedo ver su rostro mientras caía al piso gracias a la fuerza de los tres agentes.

- ¡Juliana, por favor necesito hablar contigo! – grita antes de desaparecer de mi vista. Ingresan las enfermeras a ver mi estado. Les digo que todo esta bien, y que sólo necesito descansar.

Despierto después de varias horas y veo a Esteban a mi lado que se había quedado dormido sosteniendo mi mano derecha.

Verlo así, tan indefenso se me viene a la mente cuando lo abandoné de niño por insistencia de Rafael y mi madre. Ambos nunca lo quisieron, mi madre lo considera un nieto ilegitimo y Rafael un estorbo para iniciar nuestra relación. ¿Y qué hice? Les obedecí y Leonardo, su padre se lo llevó a vivir con él.

Esteban nunca me reclamó, tampoco escuché un reproche. Me perdí toda su niñez y juventud, y las veces que quería estar con él en sus actividades escolares siempre sucedía algo o Rafael se encargaba de ponerme las trabas. Cuando apareció Daniela, ella asumió el rol de madre, fue ella quien se lo ganó a pulso, fue ella quien iba a las reuniones escolares, y quien estuvo en su graduación.

Cuando nacieron mis dos hijos pensé que cubrirían en parte el hueco dejado por Esteban, pero no fue así, ahí estaba esa lanza que me apuntaba todo el tiempo al pecho por ser una mala madre, pero creía que era la única manera de tener contentos a mi madre y esposo. ¿Y de qué sirvió tanto sacrificio? Para nada. Ambos terminaron traicionándome y mi hijo siempre estuvo ahí, a mi lado.

Que mierda fui con él y verlo ahora aquí a mi lado hace que mi corazón se estruje de vergüenza. Me odio por eso, y odio a Rafael y a mi madre por haberlo apartado de mi lado.

Conforme Esteban fue creciendo fue comprendiendo el por qué no podíamos estar juntos y las veces que nos veíamos era para hablar de nosotros, de sus ganas de convertirse en un gran guionista de televisión y cine.

Mis novelas eran conocidas en diferentes países y por más que siempre quise ayudarlo nunca aceptó un centavo. Quizás eso fue su venganza, de demostrar que salió adelante sin mi apoyo.

Fui criticada por muchos colegas cuando se enteraron de mi vida familiar, pero siempre para mí o para la estúpida de Juliana era complacer al marido que tenía y poco me importaba los cuchicheos o malos comentarios hacia mi persona.

Algunos diarios amarillos que viven de los escándalos también hicieron lo suyo, pero otra vez salió Esteban para desmentir todo, su sueño de ser un guionista con éxito era una realidad y diría que sus historias superaban a las mías, pero eso no parecía importarle como los compromisos que tenia en Los Ángeles.

- ¿Y ha dónde iras a vivir cuando salgas de aquí? – pregunta.

Me siento mejor, el apetito ha vuelto a mi cuerpo y me devoro toda la comida que me llega. Esteban esta feliz, dice que la chispa de la vida otra vez se encuentra en mi rostro, pero su pregunta me quita esa sonrisa que mantenía. No había pensado en ese detalle. La única casa que tenia aquí en Dallas la compartía con mi madre y es quien precisamente no quiero ver.

- Regresaré a México – suelto la respuesta, pero el cambio en su rostro me dice que fue una mala respuesta.

- Ni loco dejaré que te separes de mi lado. Sabía que no regresarías a tu casa, por eso alquilé un departamento cerca al centro, donde podrás salir a caminar. Tienes todo cerca, una farmacia, un super mercado, cafés por si retomes tu profesión y restaurantes para distraer tu mente.

Dios santo, por qué me castigas de esta manera, con un hijo tan amoroso. Nunca me gustó vivir cerca al centro de Dallas porque lo consideraba demasiado bullicioso por eso preferí mudarme a los suburbios, donde todo era más tranquilo, pero creo que Esteban tenía razón, una buena dosis de rose social me caería bien.

- ¿Y es que tú no piensas retomar tu trabajo?

- Pedí vacaciones indefinidas. Justo se terminó la cuarta temporada de ‘Enemigos por siempre’. También ayudé a pulir el guión de una nueva película a un amigo Director y aquí me tienes – sonríe.

- ¿Cómo está tu padre?

- Desde que descubrieron el cáncer de Daniela, el doctor le aconsejó que se fuera preparando para este día, aunque a veces uno cree estarlo y cuando llega el día no sale como lo habías pensado. Esta destrozado anímicamente, se ha encerrado en la casa y no sale para nada.

- ¿Y tus hermanos cómo lo han tomado?

- Estaban como locos, una porque Daniela estaba mal y lo otro porque mis medios hermanos, ósea tus hijos estaban desesperados por encontrarte.

Este último detalle me olvidé de contarles, y creo que es tiempo de hacerlo. Cuando mis hijos Almendra y Santiago nacieron también llegaron Cristian y Mayra, los medios hermanos de Esteban por parte de su padre y Daniela.

Sin querer los cuatro fueron a la misma escuela, y por más que Rafael los quiso separar en la preparatoria fue demasiado tarde. Sus amenazas por evitar que terminaran enamorándose los empujó a ellos y la primera en salirse de la casa fue Almendra que terminó fugándose con Cristian.

En un inicio Santiago siempre veía a Esteban con indiferencia, había salido a su padre. Y fue quien más dolores de cabeza me dio desde que empezó a crecer.

Sus reclamos y discusiones con Almendra cuando se enteró de la relación que mantenía con Cristian eran constantes, incluso tuvo una pelea con Cristian donde se vieron involucrados Rafael y Leonardo, el primero aprovechó el momento para descargar todo el odio que sentía por el padre de mi primer hijo, y desde que Almendra decidió fugarse, para mi esposo ella había muerto.

Nunca más quiso saber nada de ella y depositó todo su confianza en Santiago, pero en este mundo lleno de ironías y mal sabores ocurrió un encuentro entre mi hijo y Mayra en una discoteca. Ella aprovechó para reclamarle su falta de inmadures y odio hacia su familia, y el reclamo vino con dos cachetadas de regalo. Se armó semejante lío dentro del local que ambos terminaron en el puesto policial.

Mi hijo llevó las de perder por ser hombre, pero ella nunca se disculpó por sus acciones al contrario le volvió a cachetear frente a los policías.

Solucionado el problema Santiago retomó sus estudios en la universidad. Todo marchaba bien hasta que dos meses después sus ausencias en la casa me alertaron que había conocido a alguien. Sus silbidos en la ducha, sus largas horas conversando por teléfono y el Facebook me daban la razón. Nunca antes le había conocido una novia oficial, y pensé que por fin dejaría atrás su rebeldía, pero nunca pensé que la chica con quien conversaba tanto era Mayra.

Si Almendra, la hija adorada de mi aún esposo Rafael lo decepcionó lo que hizo Santiago lo devastó. Pero quien recibió todos los reclamos y gritos fui yo, que como buena madre los soporté al igual que los insultos hacia Leonardo y Esteban. Mi madre tampoco se quedó callada y me arrinconó en la casa acusándome de la desgracia de mi familia y como siempre maldiciendo a Leonardo.

Esa es la verdad de mi vida familiar, la cual tenia que mantenerla al margen y en privado mientras llevaba adelante mi vida profesional como escritora, y como veces anteriores mi único escape de la realidad era cuando me sumergía en la ficción de mis novelas, único lugar donde podía hacer lo que quería sin que nadie me juzgara por mis actos y decisiones, pero a veces eso no basta para salir adelante.

Nunca tuve el valor de reclamarle a Leonardo por las acciones de sus hijos. Trataba de mantenerme alejada de él, pero de quien me era imposible mantener mi distancia era de Daniela con quien siempre me topaba hasta en los lugares menos sospechados.

Su trabajo como organizadora de eventos en la ciudad era el culpable y en más de una ocasión me había metido en un enredo con Rafael o con algunos amigos. Y por qué negarlo, siempre terminaba por preguntar por la relación de mis hijos con los suyos y ella me ponía al corriente sin el menor pudor. Nunca le importó, ni preguntó cómo fue que tuve un hijo con Leonardo, a nuestra edad esas preguntas estaban demás. Ella no preguntaba ni yo tenía que contar más de lo que debía decir.

Quizás ella si supo ser una verdadera madre, ¿y yo? Nunca logré serlo. Esa profesión no te la enseñan en ninguna universidad, lo aprendes en la práctica.

- ¿Ya estás en condiciones de ver a tus dos hijos?

Vuelvo a escuchar la voz gruesa de Esteban y como no podía seguir evadiéndolos acepto.

El primero en entrar es Santiago, que me parece ha engordado unos kilos, trae consigo un ramo de flores con una tarjeta.

- Te los envía Mayra – sonríe al darse cuenta que lo de romántico no va con él y me entrega ambas cosas sin dejar de verme con nerviosismo. Me da un beso en la frente y se hace a un lado para que Almendra pudiera acercarse a mí sin problemas.

- Que gusto de tenerte con nosotros. Cristian no quiso entrar porque considera que por el momento el encuentro debe ser familiar – sonríe mi hija con ese cabello esponjoso que siempre adoré.

- Mi padre habló conmigo – Santiago suelta el comentario y sus hermanos clavan sus miradas en su rostro -. Lo sé, lo sé, pero qué querían que hiciera, me imploró que intercediera por él para que le des una oportunidad de explicarte sus motivos.

- Aquí no hay nada que explicar – me adelanto antes que Esteban interviniera.

- ¡Claro que la hay! – escuchamos la voz de mi madre que ingresaba a la habitación sin el permiso de nadie. Era demasiado tarde como para echarla del lugar. Aún no estaba en condiciones de enfrentarla después de la última discusión que tuvimos antes de refugiarme en Dolores Hidalgo. Pero aquí estaba frente a mí con sus ojos inquisidores y su rostro esquelético. Lista a dar su estocada final conmigo y teniendo a mis hijos como público.

martes, 18 de mayo de 2010

CONFESIONES QUE MATAN

Llevo tres semanas sin probar bocado, veo botellas vacías de tequila regadas por mi cuarto y mi alma está a punto de abandonarme. Ni el sueño me devuelve las energías perdidas, vuelvo a lo mismo ni bien despierto.

Siempre he escuchado que morir quemada o ahogada es una de las peores muertes y yo no estoy de acuerdo. Morir avasallada por los recuerdos es lo peor. Aquellos que nunca se van, que permanecen intactos en tu cabeza como si lo hubieras vivido ayer. Y me odio por eso, me odio por todo lo que hice y dejé de hacer.

Me odio por lo estúpida que fui al no darme cuenta de lo que estaba pasando a mi alrededor. Me odio por no tener la solución o el consejo correcto para salir de éste atolladero.

Me era tan fácil sentarme frente a la computadora a escribir historias donde siempre mis personajes principales eran heroínas en este mundo machista. Tres premios, y innumerables reconocimientos no son suficientes para salvarme porque la cosa cambia cuando una escritora empieza a vivir su propia novela de la cual nunca pensó ser la protagonista.

Pero así son los avatares de la vida, y yo aquí a punto de suicidarme porque ya no le encuentro sentido a este mundo. Mis tres hijos están grandes, ya tomaron sus rumbos y mi familia la que siempre creía que estaba conmigo resultó traicionándome. Si vengo a ser la protagonista de ésta novela, mi madre, mi propia madre vendría a ser la bruja del cuento, la peor villana de la película con ‘Oscar’ incluido.

Desaparecí de Dallas hace un mes cuando descubrí el secreto que mi esposo Rafael mantuvo guardado por más de veinte años. No me importó mandar al diablo mi trabajo en el diario, las diversas presentaciones de mi nueva novela en Miami, Los Ángeles y New York. Nadie sabe dónde me encuentro, ni tuve el valor de decirle a Bruno, mi único amigo y editor de mis novelas que a estas alturas debe estar como loco buscándome.

Si debo de escribir mi testamento estaría demás, lo dejo así como si nada hubiera pasado. Esteban, mi hijo mayor nunca tomaría posesión de la casa donde vive mi madre. Ambos nunca tuvieron buena relación. Almendra y Santiago tampoco quieren saber nada de ella como de mi esposo cuando decidieron irse con los medios hermanos de Esteban. ¿Qué cómo se digiere esto? Para explicarles toda la historia me tomaría tiempo y tiempo es lo que no tengo.

Ya está decidido hoy será mi último día en esta tierra. Nunca más se burlarán de mí. Quizás sea una manera cobarde de mi parte morir sin dar la cara al mundo y enfrentarlo, pero a éstas alturas me importa un carajo todo.

Desde que llegué a ésta casa en Dolores Hidalgo, ciudad que me cobijó por muchos años mientras escribía mis novelas con su calido clima, ahora todo se ve tan sombrío y cuando llegué también traje conmigo aquel revólver que alguna vez me obsequió Rafael, mi aún esposo para defenderme si es que alguien ingresaba a mi casa. El arma está cargada y nunca pude usarla con los ladrones y cuando alguien te regala algo es para utilizarlo así sea para uso personal.

Algunos rayos de sol se filtran por las cortinas de las ventanas, camino de regreso del baño tambaleándome, mis piernas están muy débiles, los efectos de las pastillas, el tequila y la falta de comida dan sus frutos y poco antes de tomar el revólver y llevarlo a mi boca caigo sobre el piso de madera. No siento mi cabeza, mis brazos y sólo escucho el sonido del impacto. Mi visión se oscurece y sí era verdad que al fondo de aquella oscuridad aparece esa pequeña luz que viene por mis veintiún gramos que dicen pesa el alma de una persona.

Para cuando despierto una luz blanca me dificulta abrir los ojos. No estoy en el cielo, tampoco en el infierno, sigo en la tierra, acostada en la cama de un hospital. A mi lado se encuentra mi hijo Esteban, con los ojos llorosos, mi fiel amigo Bruno al otro extremo grita muy emocionado al ver que recobro mis sentidos. Mis otros dos hijos aparecen a los pocos segundos mi cama se ve rodeada de caras conocidas y yo muy avergonzada no me atrevo a mirarles a los ojos. Lo único que quiero es estar sola, ¿por qué no me dejaron abandonada en aquella casa? No pedí que me salvaran, tampoco pedí que vinieran a verme, no quiero sus lástimas.

Vuelvo a cerrar mis ojos y con las pocas fuerzas que tengo cubro mi rostro con la sábana. Escucho la voz de Esteban que les pide a todos que abandonen la habitación y eso incluye a Bruno.

- Ya estás sola mamá.

- Vete tú también – le respondo con voz ahogada porque precisamente a él es a quien no quiero ver, pero sé que no se irá.

- Anduve como un mes buscándote. Casi le rompo la cara al gay de tu editor, pero cuando me enteré de los motivos de tu desaparición le rompí la cara al tipo que tienes por marido y si no pagaba la fianza ahora no estaría aquí a tu lado.

- ¿Qué hiciste?

- Le partí la madre a ese cabrón de Rafael. Pasé un día en prisión porque la policía apareció, pero luego de escuchar los motivos y mi desesperación por encontrarte me facilitaron la fianza y retomé la búsqueda con Bruno hasta encontrarte en la casa que alquilabas en Dolores Hidalgo.

- ¿Y dónde estamos ahora?

- Tu estado era crítico, estuviste inconciente por unos días en esa ciudad y cuando mejoraste regresamos a Dallas.

- Ya estoy bien, ya te puedes regresar a Los Ángeles – respondo sin quitar las sabanas de mi rostro.

- Mamá, no actúes como niña, déjame verte.

Esa palabra ‘mamá’ con el tonito que emplea mi hijo me parte el corazón. Accedo a su petición y muestro mi rostro demacrado, con mis cabellos grasosos por los días que llevaban sin ser lavados.

- Sigues siendo bella – sonríe con ese rostro que me hace recordar a su padre. Se sienta a mi lado y toma mis manos, las besa con ternura sin dejar de mirarme, luego pasa sus manos por mis mejillas, mi frente y vuelve a posar sus ojos sobre los míos. Era la viva imagen de su padre: grandes ojos redondos, cabellos lacios y sus labios tan delineados que más de una mujer me había dicho que era su encanto -. El no merece ni una lágrima o sacrificio tuyo. Aún eres joven y puedes encontrar a alguien que te quiera de verdad.

Suelto una pequeña sonrisa, estoy a tres años de entrar a los cincuenta. Ya no soy tan joven, mi cuerpo ya no tiene la silueta de antaño, las patas de gallo han invadido mi rostro, mis senos permanecen levantados gracias a los trucos del brasier. ¿Qué encanto puedo tener cómo lo tiene mi hijo de veintiocho años?

- No trates de levantarme la moral con mentiras – le digo con tono amable acariciando sus manos. Recobro la confianza con mi hijo y decido preguntar por su padre.

- Ese fue el motivo principal que me trajo a Dallas – su voz cambia y baja la mirada. Algo malo había sucedido -. El cáncer de Daniela avanzó demasiado y la internaron de emergencias a los tres días que desapareciste. Estuvo internada dos semanas y no resistió…

- ¡Oh por Dios! – llevo mis manos a mi rostro.

- Murió hace cinco días. Felizmente ya te había encontrado y pude estar con mi padre el día de su entierro.

La noticia me deja con el cuerpo descontrolado. Daniela fue como una madre para Esteban. ¿Cómo pude ser tan egoísta con mis hijos? Su enfermedad no me fue ajena, lo sabía por ellos, pero nunca pensé que Daniela empeoraría tan pronto. Ella todo el tiempo luchó contra el cáncer, por Leonardo y sus hijos y yo quise quitarme la vida porque descubrí que mi esposo tuvo como amante a mi hermana por más de veinte años.

- Daniela quería verte – Esteban retoma la platica -. El detalle nos pareció curioso, pero como nunca tuviste mala relación con ella accedí a llamarte pero no estabas por ningún lado. Al ver que no aparecías decidió escribirte una carta para dártela si es que no llegabas a verla a tiempo – Esteban extrae la carta de su bolsillo y me la entrega -. Y creo que debes leerla a solas, estaré en la sala de espera – me da un beso en la frente y me deja sola con la carta sobre mi cuerpo.